octubre 26, 2010

En el Cerrito La Libertad

Me encuentro en la Plaza Constitución, en el corazón de Huancayo, ocho horas atrás dejé a la ruidosa urbe limeña, llegué solo y solo me encuentro ahora con un cigarrillo entre los dedos, observo a mí alrededor sin reconocer nada ni a nadie, arriba el brillante sol me hace olvidar que perdí toda la mañana debido a la lluvia y tuve que mantenerme encerrado en el hospedaje.

- Disculpe señora, ¿Qué lugar podría visitar aquí en Huancayo? –le pregunto a la misma señora a quien compré los cigarros.
- Podría ir al Parque Wanka. –dijo
- Ayer estuve por ahí, ¿algún otro lugar?
- Al Cerrito La Libertad puede ir, ahí va bastante gente –me responde.

Subo al Cerrito La Libertad, un mirador casi a las fueras de Huancayo, no puedo creer la cantidad de gente que se congrega en este sitio, hay varios restaurantes, una iglesia, un centro recreativo y hasta un zoológico, la vista desde lo alto de este mirador es increíble, se ve todo Huancayo. En el centro recreativo hay una piscina, supongo que el agua es igual de helada a la de un congelador, quiero entrar, aunque sé que saldré tiritando de frío, lamentablemente no traje ropa de baño y quedé con las ganas, sé que pasarán muchos años antes que vuelva a estas tierras.

Ya es media tarde, aproximadamente son las tres, y mi estómago me exige algo de comida, pues solo llevo en él, una gaseosa y un par de bizcochos. Ingreso a uno de los tantos restaurantes, veo la lista de comidas y en mi cabeza se forman las imágenes de los diversos platos, y me decido finalmente a pedir trucha.

- ¿Y para beber? – Me pregunta la mesera.
- Chicha de Jora – respondo de inmediato, sin dudarlo.

Ahora que ya me dispongo a bajar, hay algo que me detiene, siento la necesidad de entrar al zoológico, compro mi boleto y empiezo la caminata, veo los animales habituales de sierra, algunas más particulares que otros, pumas, cóndores, muchas aves, y diversas especies de monos. Pero veo a cada uno encerrado en pequeñas jaulas, despintadas y destartaladas, el zoológico está en muy mal estado, los animales se ven tristes, abandonados.

Inicio mi partida, cuesta abajo, hacia la ciudad, aunque con un sabor amargo en el alma, ese mirador al que van muchas personas todos los días, ese mirador que tiene muchos restaurantes, una iglesia, un centro recreativo y hasta una piscina, tiene a su vez un zoológico donde lo animales están encerrados, abandonados y a nadie de los visitantes parece importarle.

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