octubre 19, 2010

A ti Enelith

Enelith, no se si leerás estas líneas o no, no se si existe el más allá o quizás luego de cruzar el umbral de la muerte todo termina, nunca antes te había escrito, ya han pasado cerca de dos años desde tu partida, y hasta ahora tengo el valor de escribirte, para recordarte, para contarte lo que sentí el día que te fuiste, para despedirme.

Aún, al recordar ese día, no puedo evitar sentir un gran vacío dentro de mí, estaba a tan solo un par cuadras de casa y timbró mi celular, vi el número y era el de mi casa, sentí un escalofrío tal que me hizo dar cuenta que algo andaba mal. Escuché la voz de tía Emiliana diciéndome que habías fallecido, no pude más que balbucearle que ya andaba cerca y que llegaría rápido.

No aguantaba más, me faltaba el aire, bajé del colectivo y corrí, corrí con todas mis fuerzas hasta llegar a casa, encontré a todos llorando, tu mamá iba a llegar, aún nadie sabía como darle la noticia. Mientras todos la esperaban en la sala, yo entré a mi cuarto, boté muchas cosas al suelo, tiré puñetes a la pared, comencé a maldecir al cielo, a decir que dios no existe, a hacerme las mismas preguntas existenciales que alguna vez nos hicimos juntos. Me llamaron para que bajara a la sala, tu mamá ya estaba aquí, estaba llorando, la abracé y me puse a llorar también.


Con Milagros y Enelith en la huerta.

La última vez que te vi en persona, llegué a tu casa buscando un rumbo en la vida, hice muchos actos desastrosos, te menté la madre en un arrebato alcohólico, pero al final, eso sirvió para darme cuenta de mis errores. Decidimos ir a Magdalena, para visitar la tumba de la mamita Hipólita. Llegamos muy tarde al pueblo, ya pronto comenzaría a anochecer y tuvimos que meternos al cementerio por las paredes, pisando las otras tumbas, para llegar a la de la mamita. Al bajar del cementerio ya todo estaba oscuro, y los rebuznos de los burros solo hacían más terrorífico nuestro retorno. Llegamos a la plaza, y fue la primera vez que pudimos hablar de las cosas que nos habían pasado, de nuestro futuro, todos los planes que tenías y que ahora ya no puedes cumplir, solo te faltaba cerca de un semestre en la universidad y podrías venir a Lima.

Me gusta pensar, que ahora me estás viendo escribirte y que te meterás en mis sueños para responderme. Tú me enseñaste muchas cosas, fuiste una persona muy valiente, enfrentaste problemas que en la vida me hubiera imaginado y aún así a pesar de toda adversidad estabas saliendo adelante, cada que veo todas las fotos que tenemos de niños no puedo evitar sollozar, primita linda, te extraño, aunque nunca vivimos juntos, te quise mucho.

Solo me queda decirte adiós, desear que puedas leer mis palabras, saber que cada logro te lo dedico. Espérame allá donde estés, por ahora no puedo ir, aún hay mucho que debo hacer aquí, siempre te voy a llevar en mi, y cada que hablemos de ti, me pondré feliz, al saber que compartí contigo algo más que el apellido.

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