diciembre 30, 2010

El loco y la luna

Relato de un loco, que se alejo de la cordura para refugiarse de la sociedad frívola y superficial, encerrado en un manicomio ve por la ventana a la luna, le conversa y se da con una gran sorpresa:


Poco a poco me voy acostumbrando a esta soledad inicua, a este destierro social, a mi vida en este hospicio, han pasado casi cuatro años, en que no veo ningún vestigio de esos seres que se mostraban amistosos cuando la suerte me sonreía. En las noches no puedo ni dormir, los gritos, un tanto desgarradores de los demás orates calan hondo en mis tímpanos, poco a poco me estoy convirtiendo en parte de ellos, cada día, cada hora, voy perdiendo un poco más de mi cordura.

Pensando en todo esto me encuentro ahora, sentado en una esquina de mi cama, cuando salta hacia mí, un halo de luz, que llega por mi ventana, voy hasta ella y veo en lo alto del cielo oscuro, un ente blanco y luminoso, como un lunar en el infinito firmamento.

De pronto la luna se da cuenta que estoy observándola por mucho tiempo y se siente intimidada, voltea hacia mí, y me mira con un cierto desprecio.

-          ¿Qué haces ahí mirándome de esa manera?- me pregunta con una voz casi humana pero a la vez estremecedora.
-          Te veo e intento comprender la razón de tu singular belleza- le respondo
-          No hay nada que comprender, es simple, soy el ente que alumbra la noche, y cuando no estoy, la gente vaga en las sombras.
-          ¿Hace cuanto que estás aquí? –le pregunto curioso
-          ¿Yo?, desde mucho antes de los comienzos de la humanidad- me responde algo altanera.

Así conversamos, ella vanagloriándose de su condición de astro y yo sucumbiendo a su encanto, a su luminosidad y a su redondez.

-          ¿Cómo se ve todo desde allá arriba? –le pregunto
-          Veo todo, lo que hace la gente, las casas, las calles –dice
-          Y ¿qué es lo que más te gusta ver?
-          El mar, porque en ese inmenso espejo puedo verme reflejada –dice casi suspirando.

Quiero poner en aprietos a la luna, así que le hago preguntas para molestarla.

-          Luna, tu dices ser un ente superior.
-          Lo soy –me interrumpe.
-          Tú solo sales en las noches y cuando las nubes te lo permitan –le digo.
-          Entonces, con mayor razón soy superior puesto que es un privilegio verme.

Mientras más cosas pregunto a la luna, más me doy cuenta de su arrogancia, esta sobre los humanos pero es igual que lo humanos: fría, narcisista y egocéntrica. Me siento feliz por primera vez en estos cuatro años, ya que los gritos de los orates me vuelven uno de ellos y en que mi condición de loco que impide fijarme en las cosas banales de la vida, en las que hasta la luna piensa.

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