enero 18, 2011

Chapas sin premio

Los deportes, más allá de ser solo esfuerzo físico y cuna de muchas pasiones desatadas tanto por los participantes como por la afición, mantienen oculto y a perfil bajo, muchas de las respuestas del desenvolvimiento de la población mundial, de un país o de la simple hinchada de un club deportivo.

En especial el fútbol, es un reflejo constante de lo que va ocurriendo en la sociedad, por ejemplo, la violencia generada por las "barras bravas", se gestó a partir de las épocas difíciles que pasaron los diversos países en donde ocurre este fenómeno. Otro ejemplo claro sería el desarrolo económico, que tienen muchos países subdesarrollados, debido a los ingresos que genera el deporte rey.

Incluso un hecho tan simple, como el de poner apodos a los futbolistas, puede explicar el por qué del bajo desempeño y baja atención que se le dá al fútbol peruano. A continuación un artículo de El Comercio, escrito el año 2006 por Renato Cisneros, con respecto al mundial de fútbol de Alemania de ese año muestra una comparación entre los apodos que reciben algunos de los mundialistas y los que se les dá a otros tantos del fútbol nacional.


COPA TOTAL: CHAPAS SIN PREMIO
El Comercio 24 de Junio del 2006
Renato Cisneros

¿Es casual que los apodos de los mundialistas exuden gracia y fuerza, y que los de nuestros futbolistas emanen apocamiento y mal gusto? Parece que no.

Siempre he creído que los apodos definen la personalidad de sus destinatarios (quienes lo reciben) como la de sus fabricantes (quienes los inventan), y que por eso sirven como una medida cultural para trazar las formas de ser. Una fiesta como el Mundial es ocasión perfecta para forzar un contraste (quizá injusto y perverso, pero sin dudas revelador) entre los sobrenombres de las imponentes luminarias que desfilan en la Copa y las chapas con que los peruanos bautizamos a nuestros jugadores 'chauchilla'.

En el torneo de Alemania, uno encuentra apelativos que rezuman gallardía, infunden autoridad, propagan miedo. Adriano es 'El Emperador', Ronaldo es 'El Fenómeno', Iván Hurtado es el 'Tanque', el paraguayo Roberto Acuña es 'El Toro' y el argentino Tevez es 'El Apache'. En México al Rafa Márquez le dicen 'El Kaiser de Michoacán', mientras en Inglaterra a Steven Gerrard lo apodan 'El Martillo de Huyton' y Owen es 'El Chico Maravilla'. De esta categoría de apelativos briosos y temibles, hay dos que me gustan especialmente: el del holandés Van Nistelrooy, a quien llaman 'Vanisterror'; y el del checo Pavel Nedved, también definido como 'El León de Praga'.

Al lado de esos apodos de contundente simbolismo, nada tienen que hacer los anodinos sobrenombres de los cracks peruanos, la mayoría estructurados con una maricueca debilidad por el diminutivo. ¿Quién puede sentir respeto por alguien que se hace llamar 'Peluquita', 'Chiquito', 'Patito', 'Machito' (ni siquiera 'Macho'), 'Foquita', 'Pechito' o peor, 'Manzanita'? Algo de dignidad se pierde con esas chapas, divertidas, graciosillas, pero tremendamente insulsas. ¿Cómo aspirar al triunfo si delante tenemos al 'Martillo de Huyton' y en nuestras filas destaca el 'Zorrito'?

Ojo que las analogías animales también se aplican en otras latitudes: 'Ratón' Ayala (Argentina); 'Bisonte' Essien (Ghana); o 'Anaconda' Makelele (Francia), pero la obstinada y derrotista mención diminutiva parece un sello exclusivamente peruano. Incluso en apelativos menos estridentes, los importados lucen mejor gusto y creatividad. En la Copa encontramos motes del tipo 'Zizou' (Zidane), 'El Niño' (Torres), 'Sheva' (Shevchenko), 'Spice Boy' (Beckham), 'Sonrisa' (Heinze) o 'Espárrago' (Peter Crouch). También estas tres suenan bastante bien: 'Trezegol' (Trezeguet), 'La Sombra' (Hernández) y 'El Maradona de Ostrava' (Baros).

Aquí, en cambio, la huachafería campea cuando de acuñar alias se trata. ¿Qué cadencia o encanto puede haber en chapas del tipo 'Cachete', 'Pinza', 'Congelador', 'Feo', 'Chuncho' o 'Comisario'? Y hay una en particular que ya me parece el colmo de lo desagradable: el amorfo 'Pata de rana'. Díganme si no es horrible. Ojalá que también en este aspecto (superficial pero cotidiano), el Mundial nos sirva de permanente inspiración.

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