febrero 13, 2011

¿Racismo en el fútbol?

Cada vez se oyen más voces que condenan al racismo, pero ¿todas esas voces son sinceras? ¿todas las opiniones en contra son dichas con la mano en el pecho?, estoy casi seguro que la mayoría de personas que se pronuncian al respecto, lo dicen de la boca para afuera, lo que condenan no son los actos de racismo sino más bien "ser tildados de racistas". Es decir, en cualquier momento del día, pueden dar una mirada de desprecio hacia alguien de color oscuro o de rasgos andinos, pero al momento de ser interrogados al respecto, no lo dicen pues temen ser rechazados por su verdadero pensamiento, pues simplemente porque "se ve mal". Y eso es real, pasa en el día a día, duele a quien le duela.

El racismo esta presente en todas partes: trabajo, las calles, colegios, y no solo ello, sino va penetrando en otros sectores, ya sean industria, música y hasta en los deportes, sino solo recordemos las olimpiadas organizadas por Hitler, para demostrar la superioridad de "la raza aria", al final todos sabemos que la jugada le salió mal y tuvieron que anular varias participaciones para no aceptar la victoria justa de algunos "no arios". Y si hablamos de deportes, no podemos dejar de mencionar el "deporte rey", el fútbol. Pero, ¿es que acaso el fútbol es racista?, ¿no será más bien que lo son las personas alrededor del deporte?

Hay un artículo muy singular, publicado en El Comercio, del 2006, publicado unas semanas después de la final del Mundial en Alemania, donde toma como ejemplo a la selección francesa, para explicar el fenómeno del racismo en el fútbol, que no esta "dentro de", sino "alrededor". Al final termina con un análisis de la evolución y el aumento de velocidad que tiene el fútbol en los últimos años y que en la actualidad se ve reflejado.


El Fútbol no es Racista
El Comercio 2 de Octubre, del 2006
Jorge Barraza

Lenguas viperinas dicen que Francia “es el mejor equipo africano”. Cuando los elencos están alineados para loa himnos y la cámara de televisión pasa lentamente de un rostro a otro, se ve una abrumadora mayoría de jugadores negros. Más de una desprevenido puede sospechar que se trata de Costa de Marfil, Zambia o Nigeria.

La confusión viene por la música de fondo: se escucha La Marsellesa. La línea de contención del medio campo, con Viera (de Senegal) y Makelele (nacido en la República Democrática del Congo), es efectivamente africana; otros sectores, en cambio, muestran la herencia de las colonias de ultramar: Thuram es originario de la isla de Guadalupe y Malouda de la Guayana. A su vez el defensa Boumsong es camerunés. Un variado abanico geográfico. Los otros –Henry, Wiltord, Abidal, Gallas, Govou- tienen piel y sangre africana, aunque abrieron sus ojos y vieron la torre Eiffel: son hijos de la desesperada inmigración del continente negro. Aquellas mismas lenguas esbozan una idea: “La FIFA debería poner un límite para jugadores nacionalizados en las selecciones, sino cualquier noche de estas un equipo europeo va a presentar seis o siete extranjeros. Y eso ya suena a trampa”. Es interesante ver cómo va cambiando el panorama humano en Europa. En el Mundial 78, Francia alistó a un fortísimo (y formidable) zaguero negro: Marius Tressor. Era toda una curiosidad, los fotógrafos se apiñaban para tomarle fotos, lo niños decían: “Mira, papá, juega un negro para Francia”. Veintiocho años después –este último miércoles- Francia terminó jugando con nueve futbolistas negros. Y había otros tres en el banco; 12 sobre 18 (67%). No está lejos el día que se invierta la ecuación del Mundial 78 y entren al campo diez morenos y un blanco defendiendo la malla del gallito. Ese día está cerca. Y los niños dirán: “Mira, papá, juega un blanco para Francia”.

Podemos convenir entonces, que en el fútbol hay racismo (¿dónde no…?), pero el fútbol no es racista: juegan los mejores, sean del color que sean. También debemos convenir en la superioridad física de la raza negra. Quien tenga dudas que entre en una cancha y choque contra ellos, corra a la par de ellos, salte más alto que ellos o se levante más rápido que ellos. Démosle la derecha a Francia: si cobija a millones de inmigrantes, es justo que puedan defender su camiseta. ¡Y cómo la defienden…! ¡Qué bien juegan! ¿Hay un equipo que lo haga más lindos? A propósito: ¿se puede jugar mejor al fútbol que el Francia 3, Italia 1 de hace dos semanas…? Huummmm… Se tenían ganas. Los dos. Y se encontraron. Fue un choque de trenes a cien kilómetros por hora. A 59 días de la final de Berlín, demostraron por qué fueron los dos mejores equipos den Mundial. Para acallar cualquier habladuría de que llegaron por descarte a la final. Si se hiciera el equipo ideal del mundo, Francia e Italia aportaría no menos de ocho integrantes; Buffon de arquero; en el fondo, sin la menor duda, con Zambrotta, Thuram, Cannavaro y Grosso; Patrick Viera y Pirlo en el medio; Henry en el ataque. Podríamos agregar tres brasileños y tendríamos “el” equipo. Fue un choque excepcional jugado a una velocidad fascinante. No recordamos otro aluvión de fútbol como estos 35 minutos iniciales en París. El ritmo fue amainado, son humanos. Llegamos a pensar que la transmisión hubiera podido estar acelerada (se dice que en una época hacían eso con los partidos televisados del calcio italiano, para darles mayor atractivo). En ese trámite casi angustioso por lo veloz, hubo algunas confirmaciones:

Jugado a ese nivel, el fútbol es el espectáculo más grande del mundo.
- Francia es más equipo que Italia. Ratificó la superioridad evidenciada en la final mundialista, luego no expresada en los penales.
En ello reside el mérito de Italia: supo conquistar a la más bella (la Copa Mundial) siendo menos guapo que su rival.

Hay quienes reniegan de la velocidad, sobre todo en Sudamérica. “Desluce el juego”, argumentan. Es posible; de hecho, a tantas revoluciones se pierde la precisión. Pero, ¿alguien volverá hacia atrás las agujas del reloj? ¿Habrá un iluso que diga “voy a correr más despacio”? ¿No será mejor que los sudamericanos nos subamos a ese Fórmula Uno que es el fútbol ultradinámico y ligero de hoy?... Pensémoslo.

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