noviembre 10, 2010

A la Santa Iglesia

¿Cuántos caballeros, de enormes cruces en el pecho, viajaron a oriente a librar una batalla de casi 200 años? Bajo la excusa de recuperar el santo sepulcro buscaban expandirse en nombre de dios, los reinos europeos del medioevo, dominados por los siervos de la iglesia, buscaban la hegemonía del papa y su gobierno, a costa de enviar a sus propios hijos a morir y demoler a todo vástago de otros dioses igual de falsos. La iglesia de todos solo se intereso de unos pocos.

Luego vendría el más sagrado de los trabajos, el santo oficio, la inquisición, más de 50.000 ejecuciones, por no bajar los ojos frente a quien no juraron obedecer, ¿a cuántas mujeres, atadas de pies y manos, les introdujeron la pera vaginal desgarrándole el alma junto a sus entrañas?, ¿a cuántos indígenas quemaron en Perú y México?, por creer en un dios real, en la tierra y la naturaleza, hicieron perecer su cultura, les metieron por los ojos la religión de la bondad, de la caridad y la humildad. A golpes sin piedad como a bestias de carga, les hicieron dar su oro y plata a cambio de un dios que arrojo contra ellos un diluvio de destrucción.

¿Dónde estaban aquellos mensajeros de la paz cuando estallo el holocausto nazi?, no tuvieron siquiera un pronunciamiento, el papa Pío XII se oculto tras la su trono mientras Hitler mataba a diestra y siniestra a los enemigos del catolicismo, los judíos. No hubo siquiera un castigo de excomunión, Hitler bailó y festejó en altares de iglesias frente a una cruz.

La iglesia de los pobres, de los desprotegidos, de los sin techo, la iglesia de las lujosas construcciones, ¿Dónde se escondió tu sensibilidad cuando decidiste construir la más grande y lujosa iglesia en uno de los países más pobres de África?, en la construcción de la réplica de la basílica de San Pedro en Costa de Marfil se derrochó 150 millones de dólares, una de las más grandes burlas del credo, un ejemplo de grandísima bondad por parte de la iglesia católica, dieron una iglesia lujosísima a quien no tiene que comer ni que vestir.

Me pregunto, ¿a cuántos niños podríamos alimentar con solo vender un par de cetros papales o media docena de anillos de cardenales?, ¿cuántos coches lujosos utilizas para el trasporte de tus representantes?, ¿cuánta champaña y caviar se consume en el avión del papa?, y ¿a cuántos lujos han renunciado los altos cargos de la iglesia, a fin de dar de comer a los niños del mundo?, muchos de los ministros tuyos practican a diario lo que Jesús dijo algún día: “Dejad que los niños vengan a mi”, pero lo hacen a su manera, violando a infantes y arrebatándoles su inocencia, esa inocencia necesaria para acceder a su paraíso, ese paraíso privatizado por el cual deben pagar con su cuerpo en la tierra.

Jesús camino entre putas y ladrones, ofreciéndoles perdón, poniéndose al servicio de los demás, ahora los sacerdotes, obispos y cardenales mientras caminan con sus sotanas de encajes de oro y plata desvían la mirada de los mendigos, las jerarquías las hizo el hombre para el mismo hombre, rangos religiosos a los que poco les importan los fieles de abajo. Y que decir del papa, que vive como un rey, si viviera como su maestro, tal vez en un cuarto alquilado rodeado de ovejas descarriadas, pero no, vive rodeado de lobos, de los carroñeros del Vaticano.

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