noviembre 08, 2010

Larga travesía

Acabó el día de estudios, ya no tengo más cursos a los cuales acudir, salgo de la universidad, no sin antes detenerme a palabrear tontería y media con mis condiscípulos, tanto reír llega el momento de llorar, iniciar el éxodo hacia el otro lado del mundo, a mi lejano distrito.

Siempre he tenido un gran amor por el lugar donde vivo y quizás no hay otro sitio donde me sienta tan a gusto, pero solo el hecho de pensar en volver a casa me fatiga, tener que sortear entre la multitud de rutas por las que puedo apostar, buscar la ruta por la cual el colectivo llegará más rápido a mi destino, todo depende de la hora que sea para decidirme por una, ya que el congestionamiento en estos tiempos es muy grande y se presenta a lo largo de muchas de las avenidas.

Solo empezar la marcha, ya rezo por tener unas monedas de más en los bolsillos, para comprar algún tentempié, la travesía es larga, aproximadamente un par de horas después, me espera sobre la mesa delicioso plato de comida, pero mientras tanto, la salivación se presenta a cada paso que doy, frente a los diversos locales de comida.

Ahora en el paradero, en la avenida Brasil, solo me queda coger un colectivo hacia Plaza Bolognesi, desearía poder tener algún reproductor de música para no tener que pasarme aburrido todo el recorrido, a veces recurro a un crucigrama para hacer más ameno el viaje, pero mayormente, duermo, me dejo caer en los brazos de Morfeo, para reaccionar faltando pocos minutos para llegar a mi paradero.

Al fin, solo me queda tomar un solo colectivo, así que me dirijo hacia Paseo Colón, por suerte, siempre logro encontrar vehículos vacíos, así es que fácilmente me puedo instalar en un asiento, ahora tengo un solo obstáculo más con el cual librar una batalla, las obras, que muchos alcaldes inconcientes inician a último momento, situación que me irrita a sobremanera, ya que eso ocasiona, que los colectivos deban dar vueltas inmensas para evitar dar con algún callejón sin salida.

Y aún ahora que me encontraba dormido, me despierta una vocecilla repetitiva, en este paradero aparte de los usuales pasajeros también subió un vendedor, no tengo reparo en ello, solo que me parece raro que cada palabra que va a pronunciar, ya la sé de memoria, a veces me pregunto si no es que todos ellos, se han agrupado en una especie de sindicato, donde aparte de aprenderse los mismos discursos, se designa también el tipo de productos que han de ofrecer al público.

Al fin, luego de un par de horas, llego a Villa María del Triunfo, a mi mundo, pero aún faltan cerca de quince minutos para llegar a mi destino final, mi casa, esos son los quince minutos más largos de todo el trayecto, me impaciento más, reniego cada que el vehículo detiene su marcha, me pregunto que habrá de comer, que cosas habrán pasado durante mi ausencia o quienes estarán en mi casa al llegar.

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